AMORes ECOLOGÍA: Donna Haraway comparte su visión amorosa sobre nuestra actualidad

Un ciborg es un organismo cibernético, un híbrido de máquina y organismo, una criatura de realidad social y también de ficción. A finales del siglo XX -nuestra era, un tiempo mítico-, todos somos quimeras, híbridos teorizados y fabricados de máquina y organismo; en unas palabras, somos ciborgs. Un mundo cíborg podría tratar de realidades sociales y corporales vividas en las que las personas no tienen miedo de su parentesco con animales y máquinas, ni de identidades permanentemente parciales ni de puntos de vista contradictorios.

Las tecnologías de las comunicaciones y las biotecnologías son las herramientas decisivas para darle nuevas utilidades a nuestros cuerpos. Estas herramientas encarnan y ponen en vigor nuevas relaciones sociales para las mujeres a través del mundo.

Los estados modernos, las compañías multinacionales, el poder militar, los aparatos del estado del bienestar, los sistemas por satélite, los procesos políticos, la fabricación de nuestras imaginaciones, los sistemas de control del trabajo, las construcciones médicas de nuestros cuerpos, la pornografía comercial, la división internacional del trabajo y el evangelismo religioso dependen íntimamente de la electrónica. La microelectrónica es la base técnica del simulacro, es decir, de las copias sin original.

Las nuevas tecnologías de la comunicación son fundamentales para la erradicación de la “vida pública” para todos, lo cual facilita el crecimiento rapidísimo de un establecimiento militar permanente de alta tecnología a expensas culturales y económicas de mucha gente, pero especialmente de las mujeres.

Las tecnologías tales como los videojuegos y los receptores de televisión altamente miniaturizados parecen cruciales para la producción de las formas modernas de la “vida privada”. La cultura de los videojuegos está sobre todo orientada a la competición individual y a la guerra extraterrestre. Aquí son producidas imaginaciones genéricas y de alta tecnología que pueden dar lugar a la destrucción del planeta y a una huida de ciencia ficción de sus consecuencias. La militarización va más allá de nuestras imaginaciones, y las otras realidades de la guerra nuclear y electrónica son ineludibles. Estas son las tecnologías que prometen la movilidad más grande y el intercambio perfecto y, que, de refilón, ayudan a que el turismo, esa forma perfecta de movilidad y de intercambio, emerja como una de las industrias mundiales más en boga.

La ‘Nueva revolución industrial’ está produciendo una clase trabajadora en todo el mundo, así como nuevas sexualidades y etnicidades. La gran movilidad del capital y la cada vez mayor división internacional del trabajo se entretejen con la aparición de nuevas colectividades y con el debilitamiento de los grupos familiares. Estos hechos no son neutrales desde los puntos de vista de género y raza.

Los nuevos arreglos económicos y tecnológicos están así mismo relacionados con el colapso del estado del bienestar y con la consiguiente intensificación de las exigencias que se hacen a las mujeres para que se mantengan a sí mismas además de a los hombres, los niños y los ancianos. La feminización de la pobreza -generada por el desmantelamiento del estado del bienestar, por la economía del trabajo doméstico en el que los empleos estables son raros, y mantenida por la suposición de que los salarios que ganan las mujeres no serán compensados mediante un aumento en los de -los hombres dedicados al cuidado de los hijos- se ha convertido en algo preocupante. Las causas de los hogares presididos por mujeres están en función de la raza, de la clase o del sexo, pero su generalización cada vez mayor es motivo de coaliciones entre mujeres en muchos temas.

La autoayuda no es suficiente. Las tecnologías de la visualización llaman a la importante práctica cultural de captación con la cámara y a la naturaleza depredadora de una conciencia fotográfica. El sexo, la sexualidad y la reproducción son actores principales en los sistemas míticos de alta tecnología que estructuran nuestras imaginaciones de posibilidad personal y social.

Tenemos que aprender a seguir con el problema de vivir y morir con respons-habilidad en una tierra dañada. Estos tiempos llamados Antropoceno son tiempos de urgencia para todas las especies, incluidos los humanos: tiempos de muertes y extinciones masivas; de avalanchas de desastres cuyas impredecibles especificidades son tomadas estúpidamente como si fueran la ininteligibilidad en sí misma; del rechazo a conocer y cultivar la capacidad de respons-habilidad; del rechazo a estar presentes a tiempo para el embiste de la catástrofe; de un mirar para otro lado sin precedentes. Seguramente, decir “sin precedentes” en vista de las realidades de los últimos siglos es decir algo casi inimaginable… ¡pensar debemos, debemos pensar!

Bruno Latour comprende de manera apasionada la necesidad de cambiar la historia, de aprender de alguna manera a narrar –a pensar– fuera del cuento fálico de los Humanos en la Historia, cuando abunda el conocimiento de cómo matarse mutuamente (y además de entre sí, a innumerables multitudes de la tierra viva). Pensar debemos, debemos pensar. Esto significa, simplemente, que debemos cambiar la historia, la historia debe cambiar. Le Guin escribe: “Por tanto, busco con cierto sentimiento de urgencia la naturaleza, el sujeto, las palabras de la otra historia, la no contada, la historia de la vida”.

Debe componerse un mundo común vivible pedacito a pedacito, o no se compondrá nada. El Capitaloceno no tiene por qué ser la última era geológica biodiversa que incluya también a nuestra especie. Aún quedan muchas buenas historias por contar, muchas bolsas de red para tejer, y no solo por los seres humanos. Lo que viene después no será como lo que vino antes. Creo que nuestro trabajo es hacer que el Antropoceno sea lo más corto/estrecho posible y cultivar de manera recíproca, de todas las formas imaginables, épocas venideras que puedan restaurar refugios.

El límite que es el Antropoceno/Capitaloceno significa muchas cosas, incluso que una inmensa e irreversible destrucción está realmente en marcha, no solo para las aproximadamente once mil millones de personas que estarán en la tierra a finales del siglo XXI, sino también para miríadas de otros bichos. (La insondable pero seria cifra de once mil millones solo se mantendrá si las tasas mundiales actuales de natalidad humana permanecen bajas; si vuelven a subir, los resultados son impredecibles).

Generar –y reconocer– parientes es quizás lo más difícil y urgente. Necesitamos generar parientes sinchthónicamente, simpoiéticamente. Sea lo que sea que seamos, necesitamos -generar con-, -devenir con-, -componer con– los “confinados a la tierra”. Creo que la extensión y recomposición de parientes están permitidas por el hecho de que todos los terráqueos son parientes en el sentido más profundo ¡Generen parientes, no bebés! Importa cómo los parientes generan parientes.

Los cíborgs son parientes, paridos después de la Segunda Guerra Mundial en la camada y los desechos de las tecnologías de información y cuerpos, políticas y culturas digitales globalizadas de tipos humanos y no humanos. Los cíborgs no son máquinas en ningún sentido, ni tampoco híbridos de máquina y organismo. De hecho, no son híbridos en absoluto. Son, más bien, entidades implosionadas, densas “cosas” semiótico-materiales, figuras de cuerdas articuladas de relacionalidades ontológicamente heterogéneas, históricamente situadas, materialmente ricas y viralmente proliferantes de tipos particulares, no en todas partes todo el tiempo, sino aquí, allí y entre, con consecuencias. No suman ningún todo, sino que suman mundos de un vivir y morir no opcional, estratificado, enredado e incompleto, apareciendo y desapareciendo. Los cíborgs están constitutivamente llenos de bichos multiescalas, multitemporales y multimateriales de persuasiones con y sin vida.

Aquí queer significa no comprometerse con la reproducción del tipo/clase y mantener relaciones arrogantes con futuridades ¡La vergüenza es un estímulo para repensar y recrear de por vida las propias responsabilidades! Necesitamos volver a sembrar nuestras almas y nuestros mundos natales para poder florecerotra vez, o quizás por primera vez– en un planeta vulnerable que aún no ha sido asesinado. Sembrar mundos significa extender la historia de las especies compañeras para incluir más de su incesante diversidad y su problema urgente ¿Por qué motivo cualquier mujer, u hombre llegado el caso, debería ser fiel a esas patrilíneas y sus demandas de sacrificio? ¡La infidelidad sería lo mínimo que deberíamos reclamarnos!

Estas erupciones de energía curativa y activismo se encienden con el amor a la tierra y sus seres humanos y no humanos y la rabia ante el ritmo y el alcance de las extinciones, exterminios, genocidios y pauperizaciones en patrones impuestos de formas de vida y muerte multiespecies que amenazan la continuidad de todos los seres. El amor y la rabia contienen los gérmenes de la sanación parcial, incluso frente a una destrucción impetuosa.

Las Comunidades del Compost entienden que su tarea es inventar y cultivar las artes de vivir con y para mundos heridos, no como una abstracción o una tipología, sino en aras de y como lo hacen quienes mueren y viven en lugares en ruinas.

Referencias:

Haraway, D. (1995). Manifiesto Ciborg: El sueño irónico de un lenguaje común para las mujeres en el circuito integrado. Madrid, España: Kaótica Libros.

Haraway, D. (2019). Seguir con el problema: Generar parentesco en el Chthuluceno. Bilbao, España: Consonni

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